La primavera de 2025 trajo consigo un giro impactante en la retórica de Washington. Ante las declaraciones del presidente Donald Trump, que sugerían la posibilidad de reconocer las reivindicaciones rusas sobre Crimea, y el brutal ataque con misiles contra ciudades ucranianas que se produjo a raíz de ellas, los únicos legítimos dueños de la península alzaron la voz. El mensaje del Mejlis del 24 de abril es claro: no se permite el comercio de nuestra tierra, aunque lo sugiera el anfitrión de la Casa Blanca.

Es aterrador que hayamos llegado a un punto en el que hay que explicar lo obvio a nuestro aliado más importante. El hecho de que Crimea sea parte integrante de Ucrania dentro de sus fronteras internacionalmente reconocidas no debería ser objeto de debate en el Despacho Oval. Sin embargo, la actividad de ayer en las redes sociales del actual presidente de los Estados Unidos constituye el colmo de la arrogancia política y la ignorancia histórica.

Las palabras que llegan desde Washington se interpretan de forma inequívoca en el Kremlin: como una señal de «haced lo que queráis». El efecto de este estímulo se vio de inmediato: los misiles rusos volvieron a caer sobre Kyiv y otras ciudades, causando la muerte de civiles. La responsabilidad de esta señal recae directamente en la administración estadounidense.

La corta memoria de la Casa Blanca

El presidente Trump, al escribir sobre Crimea y atacar a la administración Obama, intenta ocultar el hecho de que él también, durante su primer mandato, reconoció lo que era obvio: la inviolabilidad de las fronteras de Ucrania. Hoy, tras su regreso al poder, él y políticos como Marco Rubio parecen haber perdido el norte moral. ¿Qué es lo que les impide ver con claridad?

Olvidan un principio fundamental: los anfitriones de Crimea no son «los rusos del puerto de Sebastopol», sino el pueblo autóctono: los tártaros de Crimea.

La firme voz del Medjlis

La respuesta a las peligrosas ideas que llegan desde el otro lado del océano es la declaración emitida el 24 de abril de 2025 por el Medjlis del pueblo tártaro de Crimea. Los representantes de la población autóctona rechazan categóricamente cualquier propuesta de reconocimiento de la ocupación, independientemente de si proviene de Moscú o de Washington.

El documento señala lo que supondría en realidad la puesta en práctica de la visión de Trump:

  1. Una violación del derecho internacional: Sería una flagrante violación de la Carta de las Naciones Unidas y del Acta Final de Helsinki.
  2. Justificación de crímenes: el reconocimiento del poder ruso en Crimea legitimaría las persecuciones que se llevan produciendo desde 2014 y supondría una afrenta para las víctimas del genocidio estalinista de 1944.
  3. Destrucción del orden mundial: la aceptación del cambio de fronteras por la fuerza por parte del presidente de los Estados Unidos sentaría un precedente de impunidad para el agresor, destruyendo el sistema de seguridad construido desde la Segunda Guerra Mundial.

El Medjlis también recuerda la Declaración de Crimea de 2018, promulgada por el Departamento de Estado de EE. UU. (¡durante la primera presidencia de Trump!), en la que Estados Unidos se comprometió a no reconocer nunca la anexión. Por lo tanto, los cambios políticos actuales contradicen su propia política de hace años.

La memoria es más fuerte que los mandatos presidenciales

Los tártaros de Crimea han sobrevivido a tiranos mucho peores que Vladimir Putin y han sabido hacer frente a la vergüenza de Yalta, cuando las potencias decidieron su destino por encima de sus cabezas. Esta inquebrantable resistencia histórica y su capacidad para soportar las traiciones de sus aliados es una característica que une fuertemente a los pueblos ucraniano, tártaro y polaco.

Puede que Trump, centrado en las actuales disputas políticas, «no lo entienda», pero eso no cambia los hechos. Crimea es Ucrania. Los tártaros de Crimea son parte integrante de la nación política ucraniana y, independientemente de lo que se escriba en Twitter o en notas diplomáticas, recuperarán su tierra.

La única vía para una paz duradera, como señala Refat Chubarov, es la desocupación total de la península y el restablecimiento de las fronteras de Ucrania. Cualquier otra variante, sugerida actualmente por los aliados, amenaza con ser catastrófica. El llamamiento desde Crimea es claro: esperamos que Estados Unidos vuelva a ser el guardián de la libertad y no el garante de las conquistas rusas.

Gráfico AI

PB