Independientemente de cómo termine este conflicto – ya sea con un compromiso podrido impuesto por la geopolítica o con la congelación de la línea del frente – Ucrania se enfrenta a un desafío que puede resultar más difícil que la propia campaña bélica. Cientos de miles de hombres y mujeres, entrenados para matar y que llevan años viviendo en condiciones de estrés extremo, volverán a sus hogares. No es una cuestión de desmovilización. Es una cuestión de seguridad nacional. Los servicios rusos identifican perfectamente este punto crítico. Por eso, la operación que observamos en 2025 ya no se basa en la ideología, sino en la ingeniería del miedo. El objetivo es uno solo: convertir al veterano en enemigo público.
La mitificación del año 2022 ha llegado a su fin. Ese período de apoyo incondicional y unidad social es un capítulo cerrado. Hoy nos enfrentamos a una sociedad cansada que lucha por su subsistencia y a un ejército que a menudo se siente alienado. La desinformación rusa se introduce con precisión en esta brecha. Su fuerza radica en que no necesita crear escenarios completamente ficticios. Basta con que resalte y exagere adecuadamente las patologías reales.
Los hechos son implacables: el regreso del frente trae consigo casos de violencia, adicciones y delincuencia. Este fenómeno es conocido en todas las historias de posguerra, desde Vietnam hasta los Balcanes. Sin embargo, en el caso de Ucrania, Rusia convierte este proceso en un arma. Cada incidente en el que participa un exsoldado – ya sea un altercado doméstico, el uso de armas o un conflicto con los vecinos – se difunde inmediatamente y se perfila adecuadamente. El mensaje es sencillo: no son héroes, son una amenaza para vuestras familias.
El mecanismo de estigmatización tiene como objetivo aislar a la comunidad de veteranos. Rusia quiere que los civiles teman a las personas uniformadas. Que los empleadores los vean como trabajadores inestables y los vecinos, como posibles delincuentes. Si la sociedad rechaza a los veteranos, estos pasarán a la clandestinidad. Crearán grupos herméticos y armados que, sintiéndose agraviados, se convertirán en un blanco fácil para el mundo del crimen o los servicios extranjeros, que les ofrecerán «orden» y dinero. La desestabilización interna provocada por personas que saben luchar y no tienen con qué vivir es, por supuesto, un escenario peligroso para Kyiv y una visión deseable para el Kremlin.
Lo que es clave es que esta estrategia tiene un fuerte eco en Polonia. En nuestro espacio informativo, este tema se señala a menudo como parte de una estrategia a largo plazo para asustar con las consecuencias de la vecindad con Ucrania. La narrativa ha cambiado: ahora no solo se amenaza con los refugiados sociales, sino también con la importación de la delincuencia organizada. A los polacos se les inculca la idea de una «ola inevitable»: el contrabando de armas desde el frente y grupos de exsoldados que trasladarán sus métodos de actuación a las calles polacas.
Es un juego basado en el duro interés de la seguridad. El objetivo de Moscú es convencer a la opinión pública polaca de que la frontera abierta y las relaciones estrechas con Ucrania suponen un riesgo sistémico. Si los polacos creen que un veterano ucraniano es sinónimo de gánster, el apoyo político a Kyiv se sustituirá por la exigencia de construir un muro en la frontera.
Se trata de una estrategia a largo plazo y muy eficaz, ya que se basa en la psicología del miedo y no en las simpatías políticas. El Kremlin cuenta con que Ucrania, arruinada económicamente, no pueda hacerse cargo del cuidado sistémico de los soldados desmovilizados. Que, en lugar de la reintegración, se produzca la marginación. Como resultado, los veteranos, en lugar de ser la base de la reconstrucción del Estado, pueden convertirse en sus sepultureros.
Cada narrativa que deshumaniza a los veteranos, cada intento de generalizar la patología a todo el grupo, es parte de la operación rusa. Rusia quiere minar la sociedad ucraniana (y polaca) con el miedo a sus propios defensores. A esto se suma la visión de un comercio incontrolado de armas, el robo de estas armas de la ayuda proporcionada por Occidente. Y aunque se trata de un mito desmontado en repetidas ocasiones, vuelve a tocar la cuestión de la seguridad, que es fundamental para cualquier individuo.
PB



