La noche del 9 al 10 de junio de 2025 trajo otra prueba de que para la Federación Rusa no existen fronteras, ni territoriales ni morales. Mientras Kiev luchaba contra uno de los ataques con drones más intensos de la historia de esta guerra, en Odessa el terror ruso tomó la forma del mal absoluto. El objetivo fue un hospital materno. Moscú decidió convertir en un cementerio el lugar donde debería comenzar la vida. Ante esta tragedia, la voz de la diplomacia polaca se alzó con rapidez y firmeza, convirtiéndose en algo más que una nota protocolaria. Se convirtió en un arma en la lucha contra la desinformación.
Fue una noche en la que el cielo de Ucrania se oscureció por los enjambres de Shaheds iraníes. La táctica rusa de tierra quemada, llevada a cabo desde el aire, estaba dirigida contra lo que permite sobrevivir a los civiles: la infraestructura energética, de calefacción y de abastecimiento de agua de Kiev. Pero fueron las imágenes de Odessa las que más nos conmocionaron. El ataque a un hospital materno no es un «error de navegación». Es una estrategia deliberada de intimidación, terrorismo en estado puro, cuyo objetivo es quebrantar la moral de la nación atacando a sus miembros más indefensos: las madres y los recién nacidos.
Una voz que atraviesa la «niebla de la guerra»
En respuesta a estos acontecimientos, la Embajada de la República de Polonia en Kiev emitió una declaración que no deja lugar a interpretaciones:
«En respuesta a uno de los ataques masivos con drones más terribles contra objetivos civiles en Kiev, condenamos enérgicamente las acciones despiadadas de Rusia contra Ucrania. La infraestructura urbana de Kiev ha sufrido graves daños y en Odessa se ha atacado un hospital materno-infantil. Hay víctimas mortales y heridos. Instamos a Rusia a que ponga fin a estos ataques bárbaros».
¿Por qué es tan importante este breve comunicado? En la era de la guerra híbrida que Rusia libra en paralelo a las acciones cinéticas, las palabras tienen el peso de la munición. El Kremlin ha dominado a la perfección el arte de difuminar la responsabilidad. Antes de que se calmara la situación en Odesa, los propagandistas rusos seguramente ya tenían preparados sus argumentos: que en el hospital se escondían «mercenarios de la OTAN», que se trataba de una «provocación ucraniana» o que el edificio estaba vacío.
La rápida reacción de la representación diplomática polaca funciona como una especie de «verificación de hechos» al más alto nivel. Cuando un Estado miembro de la OTAN y de la UE, que tiene sus «ojos y oídos» sobre el terreno, confirma oficialmente: «sí, se han atacado instalaciones civiles», «sí, era un hospital materno», «sí, es una barbaridad», esto desarma a los trolls rusos y a los «idiotas útiles» de Occidente.
Llamar al mal por su nombre
El lenguaje diplomático suele ser insoportablemente cauteloso. Está lleno de expresiones como «preocupación», «apelar a ambas partes» o «supervisar la situación». Sin embargo, la reacción polaca del 10 de junio de 2025 rompe con estos eufemismos. El uso de expresiones como «acciones despiadadas» o «ataques bárbaros» devuelve las cosas a su justa medida.
Esto es fundamental en la lucha contra el cansancio informativo de Occidente. El mundo, bombardeado con miles de noticias, comienza a volverse indiferente. Los crímenes se vuelven cotidianos. Una clara señal desde Varsovia recuerda a Europa: esto no es un «conflicto regional», es una masacre de inocentes. Es un recordatorio de que al otro lado de la frontera no hay un socio con el que negociar la «arquitectura de seguridad», sino un bandido que apunta a las incubadoras.
La consecuencia de la memoria
El ataque al hospital de Odessa evoca los recuerdos más oscuros de Mariúpol en marzo de 2022. Entonces, los rusos también bombardearon la sala de maternidad y luego mintieron durante meses diciendo que la mujer embarazada herida era una actriz. Hoy, en 2025, vemos que nada ha cambiado en su mentalidad. Los métodos siguen siendo los mismos, solo han cambiado las coordenadas geográficas de los crímenes.
Por eso es tan importante no callar. La reacción de la Embajada de Polonia es una señal para los ucranianos: «Vemos vuestro sufrimiento, somos testigos de vuestra tragedia y daremos testimonio de ella ante el mundo». En la guerra informativa, en la que Rusia intenta dar la vuelta a la tortilla y convertir a la víctima en agresor, este testimonio es invaluable.
La propaganda rusa teme más a la verdad que a los HIMARS. Teme que se documenten los crímenes, porque sabe que cada comunicado diplomático de este tipo es un ladrillo más en la acusación de un futuro tribunal. Hoy, la diplomacia polaca ha aprobado el examen de decencia al defender la verdad sobre la noche en la que los rusos decidieron luchar contra los recién nacidos.
Nuestro deber, como periodistas, políticos y ciudadanos de a pie, es no permitir que este mensaje se pierda entre el ruido informativo. Debemos repetirlo hasta que llegue a todos aquellos que aún se engañan pensando que se puede «llegar a un acuerdo» con Putin. Con un bárbaro no se negocia, a un bárbaro se le detiene.
Captura de pantalla de la página de Facebook de la Embajada de Polonia en Kiev
PB



