La situación de estancamiento en el frente, pero también las incomprensibles acciones de los aliados occidentales, favorecen la creencia en la posibilidad de resolver el conflicto como resultado de algo extraordinario, inesperado. Se puede describir como «esperar al cisne negro». El término, introducido por Nassim Taleb, se refiere a un acontecimiento impredecible, de enorme impacto, que cambia fundamentalmente las reglas del juego, pero que hoy en día no solo se ha convertido en un elemento de esperanza para una sociedad cansada, sino que también puede ser una herramienta operativa en la guerra de la información.

Tanto en Kyiv como en las capitales occidentales, el hecho de que no se cumplan las expectativas con la aplicación de escenarios convencionales para poner fin a la guerra (la victoria militar de una de las partes o una paz duradera negociada) parece generar una demanda de escenarios no lineales.
Por un lado, se puede considerar que este fenómeno en sí mismo no tiene por qué ser negativo, pero, por otro, puede ser utilizado por los servicios especiales rusos con fines de desinformación y manipulación, y hay indicios de que esto ya está ocurriendo.

El escenario más popular del «cisne negro» sigue siendo la cuestión biológica: la muerte repentina o el derrocamiento de Vladimir Putin. Desde 2022 aparecen regularmente «filtraciones», desde supuestos diagnósticos oncológicos, pasando por rumores sobre dobles, hasta informes sobre golpes palaciegos.
Se puede considerar que este tipo de sensacionalismos influyen en parte en la motivación de la sociedad para resistir al agresor. Si el verdadero Putin está muerto, el fin del imperio está cerca.

Sin embargo, no se puede descartar que detrás de esta información se esconden también acciones concretas destinadas a poner a prueba la reacción de los mercados, el ejército y los servicios del adversario, así como una forma de identificar los canales de flujo de información y prepararse para algo que, en principio, debería ser impredecible.

La segunda variante del «cisne negro» es el escenario de la «rebelión de los pretorianos». Tras la experiencia de la marcha de Prigozhin, la oposición rusa (o más bien las facciones internas del sistema) y los analistas occidentales supervisan constantemente las fisuras (o más bien las grietas, y probablemente aparentes) en el monolito del poder. La desinformación en este ámbito consiste en exagerar deliberadamente los conflictos entre los ministerios de seguridad (por ejemplo, el FSB y el ejército) o entre regiones. La creación de señales falsas sobre una posible y inminente desintegración de la Federación Rusa puede tener como objetivo forzar una actitud cautelosa en Occidente: el temor al «caos nuclear» y a la «balcanización» de Rusia lleva a algunos políticos a buscar un «acuerdo» estabilizador, incluso a costa de Ucrania. Se sabe desde hace tiempo que Occidente teme no tanto una toma de poder incontrolada en Rusia como el control de las armas nucleares.

La tercera área de temor al «cisne negro» es la tecnología y las armas de destrucción masiva. El «cisne negro» podría ser el uso de armas nucleares tácticas o, lo que es más probable en la fase actual, provocar una catástrofe tecnológica (por ejemplo, en una central nuclear) y culpar a la parte contraria. En el espacio informativo observamos un constante «calentamiento» de este tema. Las insinuaciones rusas sobre la «bomba sucia» de Kyiv o los supuestos accidentes no son solo para asustar. Se trata de crear ruido informativo que, en caso de crisis real (o provocación), impida atribuir rápidamente la autoría. Si nadie sabe qué es verdad, la reacción de la OTAN se retrasa, lo que en la guerra moderna significa la derrota.

Otro aspecto importante es el posible uso de la tecnología Deepfake para crear «cisnes negros» artificiales. En 2025, la calidad del vídeo y el audio generados permite crear material en el que, por ejemplo, el presidente de los Estados Unidos anuncia la retirada de las tropas de Europa o el presidente de Ucrania anuncia la capitulación. Este tipo de material, difundido en la red en un momento crítico, antes de ser verificado, puede provocar el pánico en las bolsas y el caos en el frente. Los servicios rusos están probando activamente la resistencia de los ecosistemas informativos occidentales a este tipo de ataques puntuales.

El «cisne negro» ha dejado de ser solo una categoría estadística o filosófica. Se ha convertido en un elemento potencialmente operativo de la guerra híbrida. Esperar un acontecimiento milagroso o catastrófico que corte el nudo gordiano de la guerra es una trampa psicológica. También desvía la atención de los procesos a largo plazo: el potencial industrial, la demografía y la logística. Distorsiona la percepción de la realidad y puede generar una preocupación excesiva que tiene un efecto desmotivador.

PB