El 1 de mayo de 2025 pasó a los anales de la vida pública polaca como otro acto vergonzoso. En Biała Podlaska, una ciudad con una ubicación estratégica en la frontera oriental, se produjo un incidente escandaloso: el eurodiputado Grzegorz Braun arrancó la bandera ucraniana del edificio del Ayuntamiento y la tiró a la basura. Este suceso no puede considerarse como una simple anécdota política. Se trata de una provocación prorrusa fríamente calculada por parte de un político elegido por los polacos para el Parlamento Europeo, que pone de manifiesto no solo el cinismo del autor, sino sobre todo la inquietante impotencia del Estado.

El acto cometido por el líder de la Confederación de la Corona Polaca es impactante, pero, como señalan con amargura los observadores de la escena política, por desgracia no sorprende. Lo único que puede sorprender y aterrar es la pasividad de las fuerzas del orden y de la opinión pública, que poco a poco se está acostumbrando al «moskalismo» manifiesto respaldado por el mandato de Bruselas.

La reincidencia del odio. ¿Quién es Grzegorz Braun?

Para comprender la importancia de este incidente, no se puede considerar a Braun como un loco solitario. Es diputado en funciones del Parlamento Europeo y líder del partido Confederación de la Corona Polaca, una formación radical, monárquica y abiertamente antioccidental.

Grzegorz Braun lleva años construyendo su carrera sobre el nacionalismo extremo y el fomento de conflictos. En el pasado, cuando aún era diputado del Sejm, se hizo famoso en todo el mundo por su ataque a los símbolos religiosos (apagó las velas de Janucá en el Sejm con un extintor en 2023). Su traslado al Parlamento Europeo no ha cambiado sus métodos, sino todo lo contrario, les ha dado resonancia internacional. El principal vector de la política de su partido sigue siendo el antucranismo. Bajo el lema «Stop a la ucranización de Polonia», Braun y los activistas de la Confederación de la Corona Polaca se esfuerzan sistemáticamente por socavar la razón de Estado polaca. En realidad, este entorno lleva a cabo una agenda coincidente con los intereses de Moscú: se opone a la ayuda militar a Kyiv, socava el sentido de la existencia de la Unión Europea desde dentro y apela a los instintos más bajos.

Combustible para la maquinaria de mentiras rusa

El vergonzoso acto de Biała Podlaska dio inmediatamente los frutos que más le importaban al autor: se convirtió en alimento para el Kremlin. Braun y sus acólitos crean imágenes listas para la propaganda rusa, y esta las aprovecha al vuelo. La reacción de Margarita Simonyan, directora del canal propagandístico ruso RT, fue inmediata. Su publicación en las redes sociales, en la que elogia la acción del eurodiputado polaco, es la mejor prueba de a quién sirven este tipo de provocaciones.

Para los medios de comunicación rusos, el líder de Korona Polska es un regalo del cielo. Permite construir una narrativa falsa, según la cual los polacos están dando la espalda a Ucrania de forma masiva, e incluso los políticos enviados por ellos a Bruselas luchan contra el «banderismo». Es una mentira, pero una mentira respaldada por la imagen del eurodiputado arrancando la bandera de una oficina pública se convierte, en manos de Moscú, en un arma poderosa en la guerra informativa, dirigida contra la unidad de Occidente.

Veneno en la campaña presidencial

Estas acciones tienen un efecto devastador a nivel interno. El vocabulario y los términos que Braun utiliza a diario para humillar a los ucranianos o a los judíos son como un veneno que se filtra en el torrente sanguíneo de la sociedad. Alimentar el resentimiento y resucitar las disputas históricas en 2025, cuando más allá de nuestra frontera oriental sigue librándose una guerra brutal, es una acción que va en detrimento de la seguridad nacional.

Lo vemos claramente en la campaña que se está llevando a cabo actualmente antes de las elecciones presidenciales. Aunque Grzegorz Braun no es un candidato con posibilidades de ocupar el cargo más alto y parte de la sociedad lo toma a broma, su apoyo, que ronda el cinco por ciento, es una señal de alarma. Este «moskalismo» es inquietantemente ruidoso en las elecciones actuales.

Lo que es peor, las narrativas nacionalistas y primitivas, hasta ahora reservadas a la franja política marginal representada por la Confederación de la Corona Polaca, están empezando a calar en el discurso de los candidatos «serios». Los políticos de la corriente principal, en su lucha por los votos de un electorado cansado de la difícil situación económica, cada vez más a menudo no reaccionan ante estos excesos, legitimando indirectamente la retórica antucraniana.

La impotencia del Estado

Sin embargo, la constatación más desagradable de la actualidad es la impotencia del Estado polaco. La inmunidad de eurodiputado, que protege a Braun aún más que la anterior inmunidad parlamentaria, hace que se sienta impune. Arrancar la bandera de un país amigo debería provocar una reacción inmediata y firme por parte de los servicios, las autoridades y la opinión pública. Sin embargo, todo queda en indignación en Internet e impotencia.

Esta impotencia es peligrosa. Si el Estado no es capaz de frenar a los provocadores que destruyen su imagen y sus alianzas, está enviando una señal de debilidad, una señal que es perfectamente legible tanto para los hooligans políticos dentro del país como para los enemigos externos en el Kremlin.

Fot. x.com/Konfederacja Korony Polskiej

PB