La posverdad es una forma novedosa de referirse a uno de los recursos habituales de la propaganda que se vienen ejerciendo desde mucho tiempo atrás. Otra cosa es la manera en que ésta se está utilizando por los políticos de todas latitudes, dice la nota de Bez.es.

Foto vía Ethan Miller/Getty Images
Foto vía Ethan Miller/Getty Images

Con el ascenso de Donald Trump a la Presidencia de los Estados Unidos de América se han abierto una serie de debates sobre la utilización de la mentira como eficaz herramienta de comunicación.

El aniquilamiento de la verdad no es una estrategia novedosa por parte de los políticos, tanto en campaña como en el ejercicio del poder emanado de las urnas o ganado a mamporro limpio. Tan sólo hay que ver en nuestra demacrada piel de toro como se suben impuestos cuando se perjuró que se reducirían, o que se pasa del “no es no” a que el mismo portavoz defienda una abstención en una votación de investidura y se multe ridículamente a unos diputados díscolos… por mantener la promesa que se hizo en campaña.  Pero estos temas locales son parte de nuestro cotidiano valle de lágrimas.

Otra cosa es cuando viene un palabro en inglés que le da un marchamo de calidad a una vieja discusión, pero con nuevos lustres. Nos referimos a “post-truth”, o posverdad en nuestro acomplejado castellano.

Acuñado por el semanario inglés “The Economist”, el término se describre una “nueva” situación en la que “la verdad no es falsificada o impugnada, sino que se le asigna una importancia secundaria (…)  (Los líderes políticos que la utilizan) no intentan convencer a las élites, en quienes sus votantes no confían, sino reforzar los prejuicios.  Las emociones, no los hechos, es lo que importa en este tipo de campañas.  La incredulidad de sus oponentes (ante esta situación) valida la mentalidad de ‘ustedes contra nosotros’ que impulsa el candidato ‘outsider’.  Y si sus oponentes se enfocan en tratar de mostrar que sus palabras son erróneas, deben pelear en el campo que aquél ha escogido”, y en el que tienen todas las de perder, añadiría yo.

Buen intento, aunque es una estrategia antigua. Ya lo decía un magnate de los medios a través de Orson Welles en la espléndida “Ciudadano Kane”: “Ellos creerán lo que les diga que tienen que creer” (en sus medios de comunicación, se entendía).

En este caso, no se trata de Charles Foster Kane, sino de un séquito de seguidores del candidato Trump que se han dedicado a lanzar mentiras de todo tipo durante la campaña.  Al ver que les ha funcionado tan bien siguen mintiendo abiertamente aún después de haber vencido en las elecciones, lo que da una idea de lo que se puede esperar del nuevo periodo presidencial.

Eso sí, las técnicas se han actualizado y las redes sociales han profundizado aún más su capacidad para definir la agenda informativa, ante la pasividad acrítica de la mayoría de los medios de comunicación, quienes viven así otro capítulo de su declive (pero ese es otro tema).

Elementos de la propaganda de toda la vida

La estrategia general del equipo de Trump, pero también de Nigel Farage como líder del UKIP que consiguió la victoria contra pronóstico del “Brexit” o de Nicolás Maduro, en la agonizante Venezuela, concuerda con alguno de los postulados de la propaganda clásica:

  • Minimizar/Despreciar: Ante las acusaciones de haber atacado sexualmente a varias mujeres, Trump indicó que aquellas alegaciones habían sido desacreditadas hacía años. Además, tildó a los medios como “basura” y a los periodistas que dieron cobertura a la noticia como “gente deshonesta”.
  • Distracción: Cuando se destapó el vídeo en el que Trump dijo que, por ser famoso, había podido coger a las mujeres por el “coño”, el próximo presidente de los EEUU desvió la atención hacia Bill Clinton, quien dijo que había sido uno de los presidentes más “abusadores” (sexuales, se entiende) de la historia y acusó a Hillary de reírse de una niña de 12 años víctima de violación en su época como abogada.
  • Distorsionar: Hay una realidad paralela que utilizó Nigel Farage para convencer a los electores para salir de la Unión Europea, indicando, por ejemplo, que el Reno Unido enviaba semanalmente 350 millones de libras esterlinas a la UE, en lugar de utilizar ese dinero en el sistema nacional de salud. En realidad, la cifra es bastante menor y el propio Farage lo reconoció después de haber ganado la decisiva votación.
  • Generar desánimo: Maduro habla sobre “golpes blandos” de los EEUU en Latinoamérica y denuncia que Venezuela está sufriendo uno de éstos, lo que ha generado entre la población de su país la idea de que cualquier salida negociada es imposible, mientras que refuerza entre los suyos la idea de que lo que él representa es lo legítimo y que merece ser defendido.

En definitiva, la posverdad es una forma novedosa de referirse a uno de los recursos habituales de la propaganda que se vienen ejerciendo desde mucho tiempo atrás. Otra cosa es la manera en que ésta se está utilizando por los políticos de todas latitudes, pero ese análisis lo tendremos en futuros artículos.

Autor: Octavio Rojas, director de túatú
Fuente: Bez.es