Autor: Wojciech Mucha para Gazeta Polska Codziennie, el autor también trabaja para StopFake en polaco

Traducido y revisado por StopFake

Os invito a hacer un experimento juntos. Ahora ingresad a cualquier red social con vuestros smartphones u ordenadores, sea a Facebook o a Twitter, y luego pedid a alguien de sus prójimos que haga lo mismo con el mismo dispositivo. Ahora mirad las noticias que les aparecen a vuestros amigos; por ejemplo, por el último mes.

Pronto os daréis cuenta de que hay algo que coincide, pero que la información es distinta de la que le aparece a Ud. ya que el algoritmo de la selección de noticias es individual para cada uno; se pueden rastrear las “huellas dactilares” de Internet para cada usuario de la red social.

Se sabe todo de Ud.

Estas “huellas” mencionadas incluyen mucha información: sobre sus conocidos, qué comemos, qué páginas miramos y qué compartimos habitualmente; también tienen información sobre la situación de nuestra ciudad, problemas de nuestro barrio, o mundiales, o de otro país, o sobre el medio ambiente, información de vuelos baratos a los destinos más visitados, depende de a lo que damos “me gusta”.

Hay que tener en cuenta el nivel de la actividad en las redes de cada uno. Alguien comenta y publica, otros solo leen, algunos nada más miran los titulares y las fotos. Google junta información sobre sus viajes, vuelos, hoteles, restaurantes. Si estáis conduciendo por mucho tiempo, Google os aconsejaría parar y descansar. Facebook o TripAdvisor os van a dar consejos de los lugares para visitar y os van a pedir dejar vuestros comentarios y recomendaciones para los próximos viajeros. Esa información está guardada en los servidores y puede ser suficiente para formar nuestro “retrato digital”.

Este perfil digital nos convierte en un objetivo ideal para los anunciantes y propagandistas. Los anuncios pagados en Facebook pueden ser lanzados por cada usuario con la posibilidad de enfocarse en una audiencia objetiva: como país, edad, intereses, etc. Ahora imaginad la facilidad con la cual los anuncios propagandísticos pueden llegar a nuestras noticias en las redes sociales.

Nos llevan de la nariz

No obstante, no es todo. Una cosa es esta “huella digital” y otra es un fenómeno llamado “la burbuja de información”. En esta situación recibimos solo información que el sistema de ordenador define como adecuada para nosotros. Esto sucede después de analizar vuestro perfil. Por ejemplo, si yo en mi ordenador que uso diariamente ingreso en el motor de búsqueda “rtm”, es más probable que me muestre al capitán Vitold Piletsky, porque el sistema lo entenderá como una abreviatura del transporte municipal de Rzeszów. No obstante, otra persona que tiene otros intereses va a obtener resultados distintos. Así, estamos encerrados en los pasillos limitados por nuestros intereses, o sea estamos en una burbuja de información individual.

No hay un lenguaje común

Las burbujas pueden parecerse unas a otras, tener rasgos comunes o temas similares. Sin embargo, nuestras preferencias políticas definen qué tipo de noticias aparecerán para nosotros en Facebook. Esto nos convierte en los expertos locales de nuestra propia área, pero nunca nos une. Con frecuencia estas personas con opiniones polarizadas no se ven ni se escuchan unas a otras; será peor cuando pierdan la perspectiva de que hay otros que piensan distinto.

Alguien puede decir que está bien que la gente tenga intereses distintos y quieran ser especialistas en sus áreas de conocimiento, quizá está bien. Sin embargo, la sociedad necesita un cierto nivel de acuerdo, cuando estamos hablando en un mismo lenguaje y por lo menos estamos de acuerdo sobre los principios básicos. Permaneciendo en burbujas informacionales nos convencemos de que solo nosotros tenemos razón, y así nos volvemos indefensos y de voluntad débil. Podemos ser guiados a cualquier lado con una sensación de superioridad intelectual. Pues los especialistas mediáticos lo hacen fácilmente.

Cuando estamos dentro de nuestra burbuja de información estamos mucho más dispuestos a la propaganda y a la información falsa. Buscando información, encontramos una con la cual estamos de acuerdo y nos satisfacemos de tener la razón. Un polaco va a estar convencido de que Polonia avanza y otro va a ver las noticias, de fuentes supuestamente diferentes, de que el país está isolado así como Corea del Norte. Cada uno estará convencido de sus conocimientos, aunque habitualmente ninguno de los dos chequea las fuentes de información, ni a los autores, ni la veracidad de la información. El pensamiento “sí, yo tenía razón, ¡qué sabio soy!” nos apaga el cuidado y calma la vigilancia. Y compartimos la información, o un enlace en nuestro perfil, convirtiéndonos en su coautor.

La repetición de un engaño lo ayuda en su difusión. Los especialistas lo saben y preparan la información o desinformación de un modo tal que al usuario le da ganas de compartirla. Así se crea el contenido viral.

No quieren que nos comuniquemos

Al final quiero compartiros una frase triste que una vez apareció en mi propia burbuja de información: “Detrás del ruido de las peleas televisivas electorales, la vida pública desaparece. Los partidarios no defienden sus opiniones, no se convencen mutuamente, no buscan apoyo. Los argumentos como tales, junto con las iniciativas inútiles, simplemente son ignorados. Las sedes de los partidos simplemente cuentan sus historias paralelas, sin detener la campaña hasta el Gran Día de las Elecciones. Sí, tenemos una democracia. Sin embargo, en esta democracia mediática, el Estado se está disolviendo lentamente”.

Esto fue dicho por Marek Jurek, político del Prawica RP. Yo he visto su publicación porque di “me gusta” a su página de Facebook y bueno, estoy de acuerdo con lo que dijo. ¿Será suficiente esto? ¿O tengo que mirar a los otros que no me muestran?