Autora: Paula Chertok, para StopFake

Rara vez pasa un día pasa sin que alguien del Kremlin acuse a Occidente de «frenesí», «histeria» o «rusofobia» contra Rusia. Cualquier sea el tema —el envenenamiento del ex espía en Salisbury, el ataque con armas químicas en Douma, Siria o la interferencia en las elecciones presidenciales en los EE. UU.— la defensa de Rusia invariablemente incluye gritos indignados sobre un presunto sentimiento antirruso. Hoy, la rusofobia se ha convertido en un fin en sí mismo.

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El libro de estrategias de propaganda del Kremlin incluye una serie de técnicas de distorsión, distracción y desinformación, que he explicado en mi artículo anterior. A pesar de las acusaciones de rusofobia con sus argumentos de adolescente, la maquinaria de la propaganda rusa uso tanto esta táctica que parece que vale la pena explicar cómo funciona la cosa.

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Al público ruso le crean la sensación de que el Occidente es hostil hacia ellos, mientras está temeroso de la creciente fuerza de Rusia bajo Putin. Rusia es la «víctima», dice la narrativa, de una agresiva campaña de rusofobia liderada por los EE. UU. y sus aliados, que deben hacer todo lo posible para detener a Rusia. Esta narrativa funciona bien con una nación traumatizada por una dura historia y por un liderazgo defectuoso, que utiliza la televisión estatal con un lenguaje e imágenes que más bien se parecen a los de los tiempos de la Guerra Fría. DEXPEe4XkAE1jce

Para las audiencias occidentales, un vistazo a la historia revela cierta ironía de que la rusofobia se haya convertido en la línea de propaganda rusa de hoy en día. Después del colapso de la Unión Soviética, la mayoría de la gente en Occidente se regocijó junto con el pueblo ruso. Al Kremlin le gusta decir que Occidente se regodeó de la victoria sobre su adversario en la Guerra Fría; algunos políticos seguramente promovieron este punto de vista. Pero, para un ciudadano típico, la caída de la URSS se vio como una victoria de los valores occidentales, de la libertad, de los derechos humanos y de la autodeterminación sobre el totalitarismo y la represión. Vimos a la gente finalmente liberada del doble yugo de la dictadura y del comunismo, ideologías que aparentemente desaparecieron por una sola noche. Las ideologías eran los enemigos, nunca la gente. Ya no eran comunistas los países de la antigua URSS, Rusia ya no era “malvada”. El capitalismo, las libertades económicas y los valores democráticos unirían ahora a todos los antiguos estados soviéticos con Occidente, ya que Rusia era bienvenida de nuevo.

Dar la bienvenida a Rusia a la comunidad internacional era, sin duda, cualquier cosa menos rusofobia. De hecho, fue todo lo contrario. Nuestro abrazo completo a Rusia y a los rusos condujo a abrir nuestras puertas, nuestros corazones y nuestros bancos a Rusia y cerrar la puerta a nuestro pasado no particularmente orgulloso, el nuestro y el de Rusia. El vocabulario de la subversión, la decepción y el espionaje que formaban parte de un discurso que habíamos apartado junto con las listas negras, el macartismo y la guerra fría. Tal discurso, devuelto en 2016, fue visto como demasiado ridículo y seguramente demasiado absurdo para reflejar la realidad.

La primera reacción instintiva ante la idea de que Rusia puede estar atacando nuestra democracia es decididamente lo opuesto a la «rusofobia», no necesariamente es rusofilia, pero llamémosla antirusofobia. La antirusofobia representa nuestro abrazo cultural a la Rusia postsoviética, así como el rechazo cultural a nuestro pasado colectivo, poderoso en nuestra conciencia colectiva hasta el día de hoy. Esto tenía sentido porque la condición de la antigua rusofobia —el comunismo— ya ha desaparecido. Sin embargo, los propagandistas rusos han gritado sobre la rusofobia ahora aún más fuerte y frecuentemente en los últimos años, coincidiendo con un aumento de la agresión rusa.

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La cantidad de veces que el término «rusofobia» fue mencionado por los medios rusos entre 2001–2017. (Fuente: @DFRLab, basado en los sitios web del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, Sputnik, y RT)

Dada la realidad de la antirusofobia cultural, la especulación con el término rusofobia, junto con la apertura de viejas heridas, fue una desorientación bien pensada, y, seguramente, ayudó a crear las condiciones iniciales para desarmar al público. Esto puede explicar por qué tanta gente rechazó y no creyó en el ataque de Rusia a las elecciones estadounidenses de 2016, a pesar de que gran parte de las evidencias estaban a la vista. Por supuesto, estar bajo un ataque masivo de guerra informacional pudo haber sido la causa del desarme; tenemos algo para aprender en los años por venir. Pero el sentimiento antirusofobia —no querer ver a Rusia como responsable de un ataque manipulador a uno de nuestros derechos fundamentales— era tan fuerte, igual para la izquierda y para la derecha (por diferentes razones) que la mera sugerencia de la interferencia rusa no solo fue rechazada impulsivamente, sino que, en sí misma, se convirtió en un signo de desenterrar fantasmas macartistas vergonzosos de un armario que pensábamos que debía permanecer cerrado y enterrado en el pasado. Esto seguramente ayudó al ataque de Rusia a triunfar.

A diferencia de los rusos, los estadounidenses tienen el lujo de criticar nuestro gobierno y hacer públicas sus fallas, descubrir nuestra historia y desenterrar verdades desagradables. Nuestro sistema está lejos de ser perfecto, pero la capacidad de sentir vergüenza por nuestros errores está inextricablemente ligada a nuestra capacidad de descubrirlos, de hacer que nuestros líderes rindan cuentas públicamente, sin temor a represalias. Esos valores profundamente estadounidenses no son posibles en la Rusia de Putin. Mientras hablamos sobre el asunto de la boca para afuera, Rusia juega con nuestros valores y aprieta nuestros botones de la vergüenza, fácilmente empujados precisamente porque tenemos el derecho de hablar sobre la hipocresía de los derechos civiles y de la libertad de expresión, del macartismo y de otras cosas de este tipo. Y lo hacemos con orgullo, no con miedo o intimidados.

Gracias a que fuimos bendecidos y maldecidos por la buena fortuna de no comprender realmente el autoritarismo, los estadounidenses vieron a los rusos invadir nuestras vidas, nuestras instituciones y nuestra política y no pudieron involucrarse en lo que sucedía. Y, por lo tanto no hemos hecho casi nada. Aquellos de nosotros que hemos seguido el descenso de Rusia al liberalismo y a la cleptocracia durante los últimos años reconocimos que el Kremlin estaba explotando nuestro sentimiento antirusofobia tanto para dividir a Occidente como para unir a los rusos.

Hoy, en una emisión de la radio pública NPR (National Public Radio, por sus primeras siglas en ingles), este sentimiento antirusófobo fue expresado de forma muy clara. El presentador, Scott Simon, estaba entrevistando a Bill Browder, un crítico abierto del régimen de Putin. Browder volvió a contar la historia impactante de los Bitkovs, una familia rusa que huyó de Rusia a Guatemala después de una pelea con el Kremlin, sin embargo, Rusia aún fue capaz de alcanzarlos y causar estragos en su joven familia.

Browder declaró: “El gobierno ruso los rastreó en Guatemala y luego consiguió que una agencia de la ONU pagada por los Estados Unidos que combate la corrupción y la impunidad en Guatemala procesara a esta familia por violaciones de pasaportes y sentenciara al padre a 19 años de prisión, y a madre e hija a 14 años de prisión. Y luego los rusos trataron de llevar al niño a un orfanato en Rusia. Es la historia más notable de la maldad que sale de Rusia que he visto en mucho tiempo. Es que no solo están interfiriendo en las elecciones de los Estados Unidos o dopándose en los Juegos Olímpicos, sino que tienen sus tentáculos en casi todo en todas partes. Esta es una historia que muestra eso”.

Luego el presentador preguntó: “Tengo que hacerle una pregunta, Sr. Browder, ya que hay mucha gente, que está escuchando su voz, que es escéptica sobre que Rusia sea vista en el centro de tantas acusaciones. Y dicen que los Estados Unidos y Occidente están regresando al destructivo discurso de la Guerra Fría. ¿Cómo responde a eso?»

La pregunta del presentador que apela a “mucha gente escéptica” expresa precisamente este sentimiento antirusófobo. Este sentimiento antirusofobo es tan fuerte entre los que lo tienen, que incluso desafía la lógica. Lógicamente, más alegatos y más evidencias fortalecen el caso; sin embargo, en este caso, mientras más acusaciones surgen contra Rusia, más personas se niegan a creer que Rusia sea culpable de ellas. En otras palabras, debido al sentimiento cultural en contra de culpar a Rusia, más noticias sobre las acciones malignas de Rusia son descartadas como parte de un patrón de siempre acusar a Rusia.

Estoy seguro de que la ingenuidad de los estadounidenses, así como la buena fortuna de que nunca han experimentado la vida bajo una dictadura, contribuyen a este sentimiento. Simplemente no podemos comprender los actos de depravación tan amenazadora sobre la gente común por parte de las autoridades rusas. Pero tampoco queremos creer que una Rusia ya-no-comunista realmente pueda ser tan mala. Para muchos, eso simplemente va en contra de un sentimiento profundamente arraigado antirusófobo. Nos resistimos a creer que Rusia sea un jugador malo, porque esa percepción está ligada a una historia sensible de vergüenza que no deseamos repetir. Así que elegimos descartar las malas noticias sobre la maldad de Rusia tildándolas de rusofobia.

Rusia entiende bien esta psicología y nuestra historia y las utiliza todos los días, empujando la narrativa de la presunta rusofobia con los funcionarios rusos y con los medios de propaganda rusos desde hace varios años, a través de medios sociales con las ciber-fuerzas de bots y trolls.  

«Rusia no es un tipo malo, sino una víctima» es un mensaje que «resuena» entre los estadounidenses, especialmente entre los cristianos evangélicos de piel blanca, los cuales han cultivado relaciones con Rusia y otros estados postsoviéticos durante años. En realidad, esto da como resultado una tendencia de pensamiento poco crítico y el rechazo a atribuir la culpa a Rusia por lo que hace. Esto es lo opuesto a la rusofobia; es ANTIrusofobia, blanqueando a Rusia una y otra vez.

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Los medios de comunicación conservadores de los EE. UU. se suman a la narrativa antirusófoba, gracias a Trump, quien se niega incluso a reconocer el ataque de Rusia contra nuestras elecciones. Si esto se debe a que está comprometido o a que es ignorante, su posición sigue siendo notablemente prorrusa. Los Estados Unidos ahora tienen la distinción innoble de tener nuestros propios medios de propaganda, en sincronía con la propaganda rusa. Solo echen un vistazo a Fox News: un medio conservador que antes merecía respeto y que era creíble. Fox ha borrado las líneas entre las noticias y las opiniones, se ha transformado en una máquina de propaganda estadounidense, nuestra propia versión de RT (Russia Today) o de Sputnik —los medios de propaganda en inglés fundados por el Kremlin— de forma sicofante, cantando alabanzas a Donald Trump y demonizando despiadadamente a su oposición, incluidos los ataques del presidente a los medios de comunicación americanos. No sorprende en este ambiente que se pueda escuchar mucho sobre la “rusofobia” y sobre la «histeria anti-Rusia».

Browder estuvo un poco sorprendido cuando Simon le pidió que respondiera a sus oyentes antirusófobos, los escépticos de que Rusia realmente podría estar detrás de tantas malicias. Browder responde con una breve lista de los aspectos más destacados de la agresión rusa:

“Bueno, quiero decir, Rusia fue responsable del derribo del vuelo MH17. Rusia fue responsable de invadir Ucrania. Rusia era responsable de quitar las armas químicas en Siria que no fueron quitadas al final. Rusia era responsable de tener atletas honestos en los Juegos Olímpicos cuando hicieron todo el programa de antidopaje. Quiero decir, Rusia es quien está causando el problema. Rusia es realmente una especie de nulidad cuando se trata de una economía del tamaño del estado de Nueva York. Su presupuesto militar forma nada más que el 5 por ciento del presupuesto militar de los EE. UU. Ni siquiera deberíamos pensar en Rusia más que en el hecho de que están metiendo la pata en todo tipo de actividades terribles en todo el mundo”.

Es sorprendente que muchas personas puedan permanecer escépticas sobre la participación de Rusia en estos eventos bien documentados, como la invasión a Ucrania y el derribo del avión de pasajeros MH17. Realmente significa el poder de la propaganda y el fracaso de nuestros medios de comunicación que los estadounidenses no puedan estar convencidos de la agresión de Rusia. Gracias a nuestro rechazo instintivo de culpar a Rusia, hemos logrado darle el beneficio de la duda y de la impunidad durante muchos años, allanando el camino para la incredulidad, incluso el ataque de Rusia al corazón de nuestra democracia.


La antirusofobia estaba en función cuando George W. Bush se entrevistó con Putin y «lo encontró muy directo y confiable» y sintió «su alma». La antirusofobia estaba en función cuando Barack Obama creía que Putin quitaría las armas químicas de Assad. Y la antirusofobia está en función cuando la administración de Trump dice que Putin ayudará a resolver problemas y matar terroristas. Y entonces quitamos nuestra mirada de las invasiones a vecinos y del asesinato de civiles. Eso seguramente no es rusofobia.

Incluso cuando nos enfrentamos con el sabotaje exitoso de Rusia en nuestras propias elecciones, un ataque al corazón de nuestra democracia, nuestros medios demandan que escuchemos la defensa de Rusia. En la entrevista de NPR, se le pidió a Browder que defendiera sus declaraciones sobre que Rusia es un jugador malo. Sorprendentemente, incluso después de la frase de Browder sobre los recientes actos de agresión rusos, el entrevistador terminó con otra expresión de antirusofobia:

“Una pregunta rápida: ¿Pero es importante llevarse bien, sí o no?”  

Así que este es mi punto: a pesar de los gritos diarios de «rusofobia», Rusia todavía recibe un enorme descanso de los grandes medios occidentales, no solo acerca sus malos actos del pasado sino también por la actividad maligna actual. Si esto es el resultado de la búsqueda periodística de un equilibrio de presentar «ambos lados» en los informes, o simplemente una expresión de obstinada antirusofobia —o ambos—, la entrevista de NPR de Browder demuestra que la rusofobia no es la realidad. Es un tropo de propaganda bien jugado.

El hecho de que la rusofobia se haya convertido en el punto de referencia de Rusia para negar la responsabilidad por todo, desde la interferencia a las elecciones presidenciales hasta los ataques con armas químicas en Salisbury y Siria, significa el poder del uso de la propaganda que resuena profundamente entre las personas. Ese mensaje propagandístico es que Rusia no tiene la culpa, por lo que sea que se le acuse. Es completamente ilógico, pero el hecho de que este mensaje resuene significa que la antirusofobia sigue siendo endémica en Occidente, tanto así que nos resistimos a culpar a Rusia por asuntos por los cuales es claramente culpable. En una ironía aún más retorcida, como muestra el ejemplo anterior, cuanto más malignos son los actos rusos, más resuena la narrativa de la rusofobia. Eso es realmente terrorífico.

Después de ver el libro de estrategias de propaganda de Rusia lanzado una y otra vez para negar incidente tras incidente, los gobiernos se convencen más de nombrar y avergonzar a Rusia. Por ejemplo, después del descarado e impactante uso de un agente neurotóxico de nivel militar sobre el ex espía ruso Sergei Skripal y su hija Yulia en Salisbury (Reino Unido), el gobierno británico pidió explicaciones a Rusia en cuestión de días, incluso dando al Kremlin 24 horas para responder. Los funcionarios del Kremlin estaban indignados. El embajador de Rusia en la ONU, Nebenzia, comentó que «Londres presentó un ultimátum completamente absurdo de responder en 24 horas. (…) Nadie y bajo ninguna circunstancia puede hablar de esta manera, usando este tono, con Rusia». Y salieron las acusaciones de rusofobia, que se han vuelto más intensas y más frecuentes.

Vale la pena recordar que los gritos de rusofobia resuenan en algunos porque todavía somos una sociedad decente y libre y podemos expresar vergüenza por nuestros errores. La ironía en la campaña rusa de acusar a todo el mundo de rusofobia es la constatación de que Occidente no solo no es rusofóbico, sino que también ha sido antirrusófobo. En todo caso, Occidente se ha inclinado demasiado a favor de Rusia durante demasiado tiempo, sin poder responsabilizar a Rusia las veces necesarias. Ahora que estamos preparados para revertir este curso, los propagandistas rusos gritan cada vez más sobre rusofobia para ganar tiempo, cambiar el enfoque de los medios y distraer el trabajo de investigación, cuyos resultados inevitablemente responsabilizarán a Rusia por sus acciones.  

Escrito por Paula Chertok para StopFake