Fuente: Global Voices en español

Navalny denuncia al viceprimer ministro ruso de ejercer corrupción. Actualmente, el regulador de medios gubernamental busca censurar el video. Captura de pantalla de Christopher Moldes.

A pesar de haber sido excluido de postular en las elecciones presidenciales de 2018, el activista ruso Alexey Navalny encontró la manera de garantizar su presencia en las noticias.

El 8 de febrero, Navalny y su Fundación Anticorrupción, organización que se dedica a hacer públicos los escándalos de corrupción y los bienes de los políticos rusos, pusieron la atención en una pista que vincula a oligarcas rusos con el vicepresidente.

Como resultado, Roskomnadzor, ente regulador de comunicación ruso, respondió con dureza y ordenó a Instagram, YouTube y varios sitios de redes sociales rusos que quitasen las publicaciones relacionadas al escándalo. Prácticamente, de alguna forma u otra, se borraron todas las publicaciones.

Desde una “caza sexual” a un escándalo nacional

Las denuncias de Navalny se basaron, en su mayor parte, en declaraciones y publicaciones en las redes sociales de Nastya Rybka, una bielorrusa cuyo nombre real es Anastasia Vashukevich y que es la autora del libro titulado “El diario de la seducción de un multimillonario“. En el libro, Rybka describe su relación con Oleg Deripaska, oligarca ruso y multimillonario de la industria del aluminio que se convirtió en una figura central en la cobertura mediática estadounidense sobre la investigación de las interferencias en las elecciones rusas.

El exjefe de la campaña presidencial de Donald Trump, Paul Manafort, renunció luego de que se descubriera que tuvo contacto con Deripaska para ofrecerle información sobre la campaña.

Mediante el uso de nombres ficticios, Rybka describe las visitas a Deripaska que tuvieron lugar cuando se fueron de viaje en el yate del oligarca cerca de Noruega y luego se desviaron en secreto para encontrarse con el vicepresidente ruso Prikhodko. Este encuentro se puede ver también en un video publicado en la cuenta de Instagram de Rybka.

En un fragmento de la conversación que filmó, se escucha a Prikhodko y a Deripaska hablar sobre el deterioro de la relaciones entre los Estados Unidos y Rusia, y discutir sobre la razón por la que un funcionario estadounidense tiene una opinión negativa de Rusia. El libro de Rybka denuncia también que Prikhodko voló a Noruega con el fin específico de encontrarse con Deripaska.

Esta información ha estado disponible hace tiempo en el libro de Rybka, publicado a comienzos de 2017. Sin embargo, parece que quedó fuera del radar de los medios de comunicación tradicionales, hasta que Rybka capturó la atención de Navalny cuando publicó un video en línea donde declaraba una “cacería sexual” que tenía como blanco a Navalny.

A pesar del peculiar contacto de Rybka, luego de leer el relato de la relación y las publicaciones en Instagram, Navalny decidió que estaba frente a una noticia. Si el oligarca había pagado el viaje del funcionario, que a la fundaci[on de Navalny le pareció probable, estarían frente a un caso de soborno.

Navalny hizo pública la historia de Rybka mediante la publicación de un video sobre el escándalo en su sitio web y en su canal de YouTube. El video informa sobre las revelaciones (que se puede ver completo aquí, con subtítulos en inglés y alemán) ha recibido más de cinco millones de visitas en una semana.

Esta ola de atención hizo que Deripaska demandara a Navalny por calumnias y a Rybka por invasión de la privacidad. Deripaska está casado, por lo que sin dudas esta publicación le generó problemas en casa.

Por otra parte, el libro de Rybka fue un éxito de ventas.

Instagram y otros sitios locales ceden a los pedidos de censura

Deripaska también presentó un mandato  al regulador de medios federal ruso, Roskomnadzor, para solicitar el retiro de los videos y las denuncias en línea. Esto desató un bombardeo de protocolos de censura por parte de la agencia, que tuvo como blanco a Instagram, YouTube, al sitio web de Navalny y otros sitios rusos de noticias, que fueron presionados u obligados a quitar las copias del video de la visita al yate. La mayoría de los sitios locales, así como Instagram, han cedido.

El ente regulador solicitó a Navalny que retirara las publicación en cuestión de su sitio web, pero él se negó. Entonces, se solicitó a los proveedores de internet que bloquearan el sitio navalny.com, pero actualmente la fundación dispone de medidas de evasión que hacen que el sitio continúe siendo accesible. Navalny respondió con una demanda a Roskomnadzor por amenazas de incluir su sitio web en una lista negra.

Roskomnadzor consiguió también una orden judicial para Instagram, donde se solicita a la red social, adquirida por Facebook, que borre algunas de las fotos que formaron parte de la investigación de Navalny y que Rybka publicó en Instagram. La red social cedió y borró esos videos, que ya no se encuentran en la página de Instagram de Rybka.

Traducción del tuit: «Instagram decidió ceder a los pedidos de censura ilegal rusos y borró cierto contenido que se relacionaba con el oligarca Deripaska. ¡Qué vergüenza, Instagram! Ese contenido fue identificado en el marco de nuestra investigación como parte de un caso de corrupción.»

Algunos segmentos de usuarios de Twitter rusos condenaron el bloqueo del sitio del activista. StalinGulag, cuenta conocida por su picardía, declaró:

Traducción del tuit: «Se dice que Roskomnadzor comenzó a bloquear el sitio de Navalny. No existe censura en el país, solo una serie de idiotas odiosos que deciden qué se puede leer y qué no, pero no existe censura en el país. ¡NO EXISTE CENSURA EN EL PAÍS!»

YouTube aún no cedió al pedido de Roskomnadzor. Sin embargo, el 15 de febrero, YouTube borró la grabación del programa semanal en vivo de Navalny por denuncias de derecho de autor por parte de la cadena de televisión estatal más grande de Rusia. Tal vez se trate de una coincidencia, pero huele a un intento de censura política.

Traducción del tuit: «Era un buen programa: 30 mil televidentes en línea. Sin embargo, 20 minutos más tarde se bloqueó el video a nivel global luego de que el Canal Uno (la cadena de televisión estatal más grande de Rusia) lo denunciara por violación de derechos de autor (aparentemente, por un video de un minuto de la película “Putin”) [Las entevistas a Putin de Oliver Stone].»

Entre el Gobierno y los usuarios

Tal como señala Coda Story, este es otro ejemplo de los casos en que las plataformas en línea son blanco de censura por parte del Gobierno ruso. En opinión de los críticos, si las empresas como Facebook (dueño de Instagram) son doblegadas por demandas gubernamentales, están renunciando al papel que ejercen como promotores de la libertad de expresión y comunicación.

Al ceder a la presión y a las demandas de un gobierno, sea cual fuere, las plataformas de redes sociales dan a entender que están dispuestas a socavar los intereses de los usuarios en los casos en que un gobierno desapruebe el contenido que estas plataformas hacen accesible al público.

Sin embargo, como expresa Navalny en su demanda:

«De acuerdo a la decisión unánime de la Corte Suprema, la información se puede diseminar sin la aprobación de un ciudadano cuando existe un interés público. El ciudadano es una figura pública, y la publicación de información es de importancia social. El fin de la investigación era exponer los hechos de corrupción de un funcionario gubernamental de la Federación Rusa.»

Puesto que Navalny realizó la demanda con la intención de afirmar la validez de que esas denuncias y esos videos deben permanecer en línea porque son de interés público, las empresas de redes sociales involucradas podrían suspender cualquier acción en el futuro hasta que se expida el poder judicial. Sin embargo, las cortes rusas no son conocidas por su independencia, por lo que es muy probable que la censura de la Roskamnadzor sea sostenida hasta las últimas instancias.

Actualización: una versión anterior de este artículo afirmaba incorrectamente que Oleg Deripaska también demandó a Alexey Navalny por difamación, lo que no había sucedido al momento de la actualización.

Autor: Christopher Moldes

Traductora: Paulina Grasso

Fuente: Global Voices en español